Pequeños placeres

Rascarse la goma de los calcetines. Oye, es rascarte tras un día apretándote la goma y es como si te hubieran dado un valium, un gustito...

Que te rasquen la espalda... y te encuentren el punto justo. Se te queda una cara de bobo... que hasta Forrest Gump se reiría de ti.

Mear cuando llevas un rato aguantando. Te entra una flojera en las piernas. Tú llegas al baño, pensando en que como este ocupado eres capar de preparar una escabechina que ni Charles Manson. Tienes tal tensión en el puño que parece un corazón y las venas del cuello que pareces a Bruce Lee. Si vieses a alguien que se está meando en otro sitio que no fuera la puerta de un baño, te cambiarías de acera. Tú imagina que ves a alguien así en la cola del autobús... moviéndose, rebufando, saltando de un lado al otro juntando las piernas... piensas: Joder, ya me ha tocado el loco psicópata en el asiento de al lado...

Pagar una deuda. Le pediste 20 euros a tu colega porque andabas apurado y cada vez que le veías tenías que soltar la retahíla “tío, ya te lo devolveré” aunque no te pidiera explicaciones. Ahora le has pagado y pareces Jesucristo, caminando sobre las aguas. Si se te acercase ahora un teletubbie, hasta le dabas un abrazo. Te has quitado una losa mas grande que la de la cruz de los caidos.
Un consejo (tipo hora chanante) os voy a dar para los que termináis de pagar una deuda... mirad a los lados cuando crucéis la calle. Salir tan flipado no puede ser bueno.

Apagar el despertador y descubrir que no tienes que levantarte ya. Ese retorcerte y darte la vuelta... pones una cara que asustaría al mismo Damien, el hijo del diablo. Si hay alguien cercano que sí se tenga que levantar y a quien le puedas rebozar que tú no te levantas, te crecen hasta los colmillos.

Beber cuando tienes mucha sed. Esto se parece a mear, pero con la diferencia en que cuando bebes pareces un Yonki. Yo creo que alguien te quita el vaso en ese momento y hasta le muerdes.